jueves, 21 de abril de 2011

CARTA A UNA HIJA




Desde su lecho de enfermo y en un estado de convalecencia extrema, que rayaba hacia a un viaje sin retorno, un querido y anciano padre esto dialogaba con su hija:
Hija… Mi vida toca los limites de su existencia.
Las ganas que tengo de vivir son muchas. Pero es mayor la fuerza que me lo impide.
Te brinde un amor, del cual no tengo idea en que momento nació ni en que momento ha de fallecer.
Discúlpame las veces que te grité… Hoy comprendo porque no oías.
Te negué muchos permisos… Eso era protección.
Protección que me solicitaste desde el momento en que apretaste tus cinco deditos en mi dedo índice.
Como humano tuve errores, pero como persona trate de corregirlos con amor.
Cuando ibas a dar tus primeros pasitos en el andar escolar, yo fui primero a conocer el salón donde ibas a estudiar.
En primaria y secundaria siempre iba primero a conocer el sitio donde ibas a permanecer para adquirir sabiduría.
En la Universidad, fui primero a conocerla, para tener una idea clara de la facultad donde ibas a seguir tu formación académica.
… Hoy me despido de esta vida, pero con el firme objetivo de conocer primero el paraíso, para tener conocimiento del sitio que Dios le guarda a las hijas buenas como tu.

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